La idea de que dios estaba por encima de todo, que era omnipresente, que el mundo comenzó con tu venida y que eras el hijo, que sufriste y finalmente moriste por nosotros, que nací con tu pecado, que tuviera fe pero, ¿ cuantos murieron por el camino en tu nombre sin saber ?.
Héteme aquí, yo, el guardián romano que te vela en esta fría noche, con ganas de ir al calor de mi hogar, que te clavo esta lanza,
para que dejes de sufrir; ve con tu padre y dile: aquí somos felices siendo mujeres y hombres.
Y algún día, cuando descubramos la verdad acerca de lo inmensamente grande de nuestro universo, quizás, y comprendiendo nuestra pequeñez, seamos capaces de ser felices por haber nacido y por poder contemplar todas esas maravillas que nos rodean.
Miguel M. Gaspar